María Laura Santellán habló con Infobae
“En el día de los trastornos de la Conducta Alimentaria. Nuevamente Infobae me convoca! Gracias! Y se nombra a Coronel Pringles! Qué emoción! Conformar esta Primera Unidad de Trastornos Alimentarios me llena de felicidad!!!” contó la pringlense en las redes sociales.
En la columna de Infobae, la profesional de nuestra ciudad comenta la labor que se lleva a cabo, y explica diferentes puntos a tener en cuenta sobre los trastornos de la Conducta Alimentaria.
Aquí repasamos algunos puntos de la nota en Infobae.
Según las cifras de la Asociación de Lucha Contra Bulimia y Anorexia (Aluba), el 70% de las mujeres argentinas no está conforme con su cuerpo y el 60% quieren adelgazar. La Argentina es el segundo país del mundo con más casos de trastornos alimenticios. Y pareciera que esa mirada poco amorosa hacia el propio cuerpo se transmite, casi indefectiblemente, como si de un “mandato familiar” se tratara.
En el Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos Alimentarios, especialistas consultadas por Infobae coincidieron en que los trastornos de la conducta alimentaria aumentaron drásticamente durante la pandemia de COVID-19, más aún los asociados a la distorsión corporal. Es más, la problemática dejó de ser propia de la adolescencia y la adultez para pasar a aquejar a niñas y niños en edades cada vez más tempranas.
Así, al igual que lo hizo con la salud mental en general, y con los trastornos de ansiedad en particular, todo indica que la crisis sanitaria global impuesta en marzo de 2020 incrementó los trastornos alimentarios.
“Los trastornos alimentarios aumentaron significativamente luego de la pandemia al igual que otros desórdenes de la salud mental, y esto se vio sobre todo en adolescentes”, comenzó a analizar ante la consulta de Infobae la licenciada en psicología María Laura Santellán (MN 18841); para quien “lamentablemente la pandemia con sus características de encierro y falta de socialización provocó parámetros de conductas más obsesivas, entre ellos la alimentación, la búsqueda de poder utilizar ese tiempo en casa en pos de un buen estado físico, la propagación de muchísima información y contenido relacionado con cómo ejercitarse en casa y cómo no aumentar de peso como consecuencia del encierro, provocó un efecto negativo”.
Según precisó la especialista, “estudios al respecto mostraron que cuanto más se exhorta en las redes sociales y los medios a buscar la salud, esto desencadena en la población en general una respuesta contraria”. “De hecho los algoritmos, si se busca comida saludable o algo por el estilo, remiten a sitios con información poco fidedigna de cómo descender de peso de manera rápida”, destacó.
¿Por qué un niño caería en este tipo de trastornos a tan corta edad?
“Los trastornos alimentarios son multicausales y durante muchos años este tipo de trastornos se relacionó con el género femenino (todavía siguen siendo las mujeres las más afectadas), la adolescencia como momento de cambios físicos, de búsqueda de la identidad (aunque la edad de inicio es cada vez más temprana) y otro factor etiológico se considera a las grandes ciudades, los lugares con mayor concentración de población por la abundancia de ofertas, centros de belleza, la mayor exposición del cuerpo a instancias sociales, etc. En cambio ahora estos parámetros van diluyéndose, y de hecho cada vez es más común que en poblaciones pequeñas las personas puedan afectarse de desórdenes alimentarios” señaló la pringlense.
Para Santellán, “los niños probablemente comenzaron a desarrollar desórdenes alimentarios”. “La edad de comienzo se adelantó, sobre todo en los trastornos que tienen que ver con la restricción alimentaria -apuntó-. Hoy contamos con un diagnóstico más acertado de los trastornos de la alimentación en la infancia; los pediatras por suerte están más adiestrados en detectar estos parámetros anormales de ingesta, como notar en algún infante síntomas de trastorno restrictivo evitativo de alimentos, un desorden que afecta a los niños de diferentes edades que puede llevar a una malnutrición tanto por falta de nutrientes como por la ingesta de alimentos poco saludables”.
Y tras señalar que “puede haber casos de anorexia nerviosa desde muy temprana edad”, la psicóloga sostuvo que “si bien la edad de comienzo típico de un trastorno alimentario son los 12/13 años, los tiempos se están adelantando en cuanto a la edad de inicio y es muy común encontrar niños afectados con este tipo de trastornos”.
Consultada acerca de cómo ayudar a un niño, adolescente o adulto que padece algún tipo de trastorno alimentario, Santellán, que integra la Primera Unidad para el Tratamiento de los Desórdenes Alimentarios en Coronel Pringles, consideró que “lo más importante es poner en palabras lo que está sucediendo, sentarse a dialogar, pedir ayuda de profesionales idóneos y saber que un desorden alimentario no se va a mejorar por negarlo o minimizarlo”. “No considerar que hacer dietas restrictivas o darse atracones son conductas típicas de la adolescencia, tampoco de la niñez -señaló-. Por lo tanto, tomar en cuenta que los desórdenes alimentarios son desórdenes psicopatológicos que tienen una importancia en cuanto a la magnitud de problemas, tanto psicológicos como físicos, que pueden acarrear en quienes lo padecen y también en las personas que circundan a estas personas afectadas”.
Destacó que este tipo de trastornos “conllevan un daño muy significativo en la calidad de vida de las personas que lo padecen y por supuesto con serios problemas y riesgos físicos, además del deterioro cognitivo, social, emocional y vincular”. Por eso, para ella, “la detección precoz es clave; darse cuenta lo antes posible de que alguien está padeciendo un desorden alimentario, tomar en cuenta las alertas, aquellos comportamientos que no pueden explicarse como conductas típicas de la niñez o la adolescencia”.
“La detección precoz se logra tomando en cuenta aquellos comportamientos que resultan disruptivos como familia -recalcó la especialista-. Es muy importante que las personas que tienden a realizar dietas crónicas, restrictivas, no supervisadas, sepan que esto puede llevar a consecuencias en la salud, tanto física como psicológica”.
Para finalizar, Santellán destacó que, junto con la detección precoz, la ayuda de profesionales capacitados que sepan encarar el tratamiento interdisciplinario indicado en cada caso harán la diferencia. “Se debe considerar que un diagnóstico precoz es la posibilidad de brindarle a esa persona la chance de un tratamiento temprano y adecuado. Cuando los casos se detectan temprano hay muchas más posibilidades de resolverlos con tiempo”, concluyó.
En opinión de Santellán, “un trastorno alimentario es totalmente inhibitorio, primero, del bienestar psicológico, de una socialización normal, es muy factible que esa persona vea detenida su vida, y experimente síntomas psicológicos muy apremiantes, como altos niveles de angustia, depresión, irritabilidad, aislamiento y un gran sufrimiento psíquico”.
Y tras considerar que “es muy terrible convivir con una imagen que no se acepta, con una autoestima tan baja, con un cuerpo que se lo doblega a comer menos de lo debido o con conductas que van en contra de la propia salud”, analizó: “La realidad es que, si bien los parámetros de cuerpo hegemónico de a poco van combatiéndose, todavía hay una fuerte presión desde los medios de comunicación y desde las redes sociales para que los cuerpos tengan un determinado formato. La búsqueda de un cuerpo perfecto sigue estando presente y haciendo presión sobre los jóvenes. Este camino de buscar la aceptación de los cuerpos en sus diferencias es una lucha aún incipiente. Hay mucho camino por recorrer y lamentablemente hasta que estos logros estén dados en su totalidad los trastornos alimenticios siguen en pleno auge y los factores socioculturales aún son uno de los principales causales”.
Fuente: Infobae
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